Algunos pensaban que el antiguo miembro de las fuerzas especiales británicas no sobreviviría una semana en un coro rociero en Málaga, pero lo consiguió. Cuando nos comentó su próximo reto, ir al cine a ver la última película de Isabel Coixet, El mapa de los sonidos de Tokio, muchos pensamos que se acabaría suicidando. Bear Grylls, curtido en el peligro, eligió el peor terreno que cabía esperar: una sala que proyectaba el largometraje en versión original en pleno centro de Madrid, plagado de bohemios y uruguayos.
No cabía la posibilidad de amenizar aquella tortura con una mala cocacola o unas palomitas pues le hubiesen apuñalado en la sala. Si los 109 minutos que le esperaban hacían temblar a cualquiera, Bear sintió las primeras náuseas cuando casi le atropella el trailer de Los abrazos rotos de Almodóvar,. La primera en la frente. Llegada la media hora de película, el británico temió por su vida, tal y como garabateó con la boca en el hospital, cuando la pareja que se sentaba a su lado susurró "a los Oscar, a los Oscar..." Esa prueba era una gran paradoja. Era la primera vez que le daban un mapa para su desafío y no podía estar más perdido. Pero lo que casi mata a nuestro hombre de acero sucedió al aparecer los títulos de crédito, cuando unos espontaneos con chaquetas de pana arrancaron a aplaudir. Ben salió como alma que lleva el diablo golpeándose con unos y otros, que le gritaban "vete al Kinépolis cateto". Ya fuera de la sala, pudo reparar en el bello cartel de la película, el cual le sonaba de algo. Claro, era imposible que de esa película saliese algo que no fuese una puta basura, el cartel era un plagio. (pincha aquí para ver el plagio)
No cabía la posibilidad de amenizar aquella tortura con una mala cocacola o unas palomitas pues le hubiesen apuñalado en la sala. Si los 109 minutos que le esperaban hacían temblar a cualquiera, Bear sintió las primeras náuseas cuando casi le atropella el trailer de Los abrazos rotos de Almodóvar,. La primera en la frente. Llegada la media hora de película, el británico temió por su vida, tal y como garabateó con la boca en el hospital, cuando la pareja que se sentaba a su lado susurró "a los Oscar, a los Oscar..." Esa prueba era una gran paradoja. Era la primera vez que le daban un mapa para su desafío y no podía estar más perdido. Pero lo que casi mata a nuestro hombre de acero sucedió al aparecer los títulos de crédito, cuando unos espontaneos con chaquetas de pana arrancaron a aplaudir. Ben salió como alma que lleva el diablo golpeándose con unos y otros, que le gritaban "vete al Kinépolis cateto". Ya fuera de la sala, pudo reparar en el bello cartel de la película, el cual le sonaba de algo. Claro, era imposible que de esa película saliese algo que no fuese una puta basura, el cartel era un plagio. (pincha aquí para ver el plagio)
Tras recuperarse del infarto cerebral, Bear ya ha decidido cual será su próximo reto. Pedir la ayuda de los 420 euros en Sevilla.